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Por Carlos Aldana Mendoza, Coordinador Regional de Programas de CIPREVICA

Este y todos los 8 de marzo pueden convertirse en un motivo para agradecer al feminismo sus contribuciones en la comprensión y en el aliento que provee hacia la búsqueda de un mundo diferente. Por lo menos tres gratitudes es necesario resaltar.

Gracias al feminismo, aunque a un paso y un ritmo demasiado lentos, las sociedades humanas empezaron a reflexionar y comprender las desigualdades y asimetrías en las relaciones entre personas, principalmente entre hombres y mujeres. Llegar a visibilizar la negación de la dignidad de las mujeres en las distintas relaciones de poder construidas en todo el planeta, y en todo tipo de actividades y escenarios, ha ido permitiendo dejar de “ver como natural” lo que debiera verse como una construcción social, como algo “hecho” por el ser humano. ¿Cómo fuimos creyendo que era natural que las mujeres son inferiores?, ¿cómo fuimos metiéndonos en la cabeza y en el corazón que es mejor un mundo donde los hombres dominan y las mujeres obedecen ciegamente?

Gracias al feminismo, puede el mundo humano construirse desde otras maneras, esas que nunca han tenido oportunidad de ser y de aplicarse. Difícil es que alguien pueda creer, auténticamente, que nuestro planeta es una realidad de justicia, de paz, de respeto a toda persona, de felicidad plena para los más de 7 mil millones de seres humanos que lo habitan. O que tenemos garantizado el alimento y la vida planetaria. No vamos hacia la plenitud, sino todo lo contrario. Estamos involucionando mientras las maravillas científicas y tecnológicas nos encandilan. Por eso, al feminismo debemos agradecer la inmensa ventana que se nos abre para descubrir que, desde otras formas de relaciones, podemos hacer cambios en la economía, en la política, en la cultura y en la vida en general. Sin patriarcado dominante, podría ser realidad la aspiración de construir sociedades distintas, nunca perfectas, pero siempre buscando la perfección. Y sobre todo, no tan imperfectas, no tan injustas y peligrosas para las mujeres, como hoy.

Gracias al feminismo los hombres podemos aprender a vernos desde adentro. Descubrir los mitos, engaños y falsedades que hemos creído con relación a las mujeres. Ese descubrimiento también es una liberación en la medida que nos permite bajar la guardia de una falsa superioridad y un falso poder. Es descubrir que no solo no somos tan fuertes como creemos, sino que al dejar de creerlo nos hacemos más completos y plenos. Gracias al feminismo podemos ir al encuentro de otros y otras desde una libertad más sonriente. Podemos edificar la nueva sociedad y podríamos aspirar a soñar en un mundo de auténtica y profunda paz. Sin los distintos, variados y urgentes aportes del feminismo, seguiríamos pensando que los hombres tenemos por destino ser superiores, fuertes y amos del universo. Cuando, en realidad, lo que de verdad necesitamos es sentirnos como uno más en el escenario de seres que hacen del planeta un lugar para la vida y la felicidad.

Guatemala, 08 de marzo de 2019