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Por Carlos Aldana Mendoza, Coordinador Regional de Programas de CIPREVICA

Este es el día para descubrir y comprender cuánto perdemos, como sociedades, cuando la violencia contra las mujeres es el lenguaje principal para construir relaciones, para establecer y mantener el poder, para configurar nuestro mundo.

En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, hoy 25 de noviembre, lo primero que aparece en nuestra comprensión es el esfuerzo sostenido y profundizado por las organizaciones feministas, durante tantas décadas y en cualquier parte del planeta. Es por ellas que se ha llevado al plano de las discusiones y de los aprendizajes profundos, que la violencia ha venido siendo invisibilizada o naturalizada. Que hasta hace poco tiempo empezó a considerarse, con seriedad, cómo el patriarcado se alimenta y se sostiene de una violencia tan generalizada como estupidizante hacia las mujeres. Generalizada porque en cualquier ámbito, lugar, época o sector, la violencia es cotidiana. Estupidizante, porque cuanta más violencia, más estúpida y deshumana se convierte nuestro mundo.

Esta estupidización de la vida, desde la violencia hacia las mujeres, es responsabilidad de todos y todas, como dicen las frases o eslogans tan de moda. Pero es una responsabilidad especial, específica y profunda de nosotros los hombres. Somos nosotros los que hemos aprendido el placer y la comodidad que nos depara un mundo patriarcal: tenemos mejores accesos a las posibilidades de vida plena; somos quienes creamos el discurso; somos quienes tomamos las decisiones; somos quienes diseñamos las cosas.

Por eso, cuando han venido apareciendo las demandas y reivindicaciones de las organizaciones de mujeres, esa comodidad se nos empieza a caer y la primera reacción, como durante toda la historia humana, es violenta: descalificar, desacreditar, burlarnos, quitar espacios, poner límites, usar el cuerpo, etcétera.

Claro que hombres y mujeres estamos llamados a hacer de este “día internacional” un grito que perdure largamente en el tiempo. Pero nosotros, los hombres, tenemos papeles muy especiales y exigentes. Comprender esta realidad, desde miradas diversas e igualitarias, y buscar cómo en la cotidianidad podemos ir alcanzando cambios en la mirada, en la actitud, en el comportamiento. Aprender la ética que se encuentra en las decisiones colectivas, tanto en el mundo privado como en el público. Asegurar que las reflexiones y acciones claves para cambiar el mundo sean miradas diversas e incluyentes.

Y por supuesto, sentir como nuestras, en lo más profundo, todas las heridas causadas a las mujeres por ser mujeres, es el gran paso para que este Día nos impacte y se incorpore en nuestra vida personal, social y política. Este Día es el grito para el cambio en nosotros los hombres.

 

Guatemala, 25 de noviembre de 2018