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Por Walter Paniagua, Investigador del Programa de Prevención de Violencia Urbana de CIPREVICA

En general la percepción social refiere a los juicios que se elaboran en base a características de personas o fenómenos. La percepción suele estar determinada por el primer contacto con estas personas o fenómenos porque guiarán las interacciones posteriores. Si, por ejemplo, un niño crece dentro de un ambiente en donde los padres se gritan o agreden, tenderá a valorar como ‘normal’ lo que sucede ahí, a menos que cuente con otros modelos significativos que brinden otras formas de relacionamiento.

Esto conforma una primera impresión con respecto a la violencia dentro del hogar, pero también establece relaciones diferenciales en cuanto a quién agrede. Si, dentro de su comunidad, el niño observa o tiene conocimiento de estas prácticas en su círculo de amigos cercanos o compañeros, naturalizará el fenómeno, convirtiéndolo en una forma de relacionamiento común y socialmente aceptada. En esta naturalización intervienen componentes cognitivos pero también emocionales. Por ello es difícil cambiar la percepción con respecto a determinados fenómenos, particularmente aquellos relacionados con la violencia.

Aunque prácticas como las señaladas arriba son consideradas como violentas por un amplio sector de la sociedad, no todas las personas poseen la misma percepción con respecto a las agresiones verbales y físicas. Es difícil cuestionar las prácticas cuando no se cuenta con elementos con los cuales contrastar o con cierto grado de conciencia crítica. ¿Quién no ha tenido conocimiento con respecto a este tipo de prácticas dentro de su familia o familiares? O, ¿cuántas veces no hemos sido nosotros quienes hemos agredido a alguien justificando nuestra acción con un sinnúmero de excusas? Si a esto le sumamos posiciones de marginalidad y pobreza, el cuestionamiento de prácticas violentas se visualiza realmente complicado.

Para las personas que nos dedicamos a la investigación social como un oficio, resulta relevante la percepción de la violencia porque, además de cuestionar los propios posicionamientos culturales, epistémicos, metodológicos y teóricos, pone de manifiesto puntos ciegos que deben trabajarse para intervenir en la problemática. La mejor manera para ejemplificar este argumento son las encuestas de victimización, aunque no quiere decir que esta sea la única forma ni la mejor, para evidenciar las percepciones sobre la violencia.

En principio, las encuestas de victimización en Guatemala se han orientado hacia la recolección de información relevante que pueda ser analizada de forma cuantitativa, con el fin de proporcionar datos que evidencien la cantidad de víctimas, tipo de delito, formas de reacción y efectos en las personas. Evidentemente, se exploran más temas que los explicitados en este artículo; sin embargo, el objetivo de estas encuestas es básicamente proporcionar datos para los tomadores de decisiones.

En el afán de recolectar información “objetiva”, los investigadores olvidan que la violencia posee elementos invisibilizadores cuando resulta ser una práctica común dentro de las comunidades. En contextos altamente violentos se puede naturalizar la violencia, o las personas pueden asumirla únicamente como aquello que rompe, de forma explícita, normas jurídicas.

Así, los asesinatos, los homicidios y las lesiones graves, son identificados por las personas como violencia, pero se pasa por alto la violencia intrafamiliar, la negación de pensión económica, la desnutrición infantil, la violencia contra las mujeres en formas más o menos sutiles, como el acoso callejero, los celos, la violencia simbólica, entre otras.

El problema radica en que las encuestas evidencian la relación de la violencia con los delitos contra la vida, pero no recolectan información con respecto a otras prácticas que pueden ser consideradas violencia también. Esto ha sido una constante dentro de las encuestas de victimización y no se ha profundizado en otro tipo de violencias que son explícitas dentro de las comunidades de análisis. Es posible que las metodologías cualitativas brinden mejores datos con respecto a esta problemática, y por ello, las orientaciones de investigación mixta, posiblemente sean más adecuadas para los estudios sobre percepción de la violencia en contextos violentos.

Guatemala, 15 de diciembre de 2016

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