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Compartimos columna de opinión escrita por la Coordinadora Regional de Gestión de Conocimiento en CIPREVI -Lily Muñoz, como investigadora asociada de la Asociación para el Avence de las Ciencias Sociales en Guatemala -Avancso-.

El derecho romano definió a las mujeres como el fragilitas sexus (sexo frágil) y durante un tiempo histórico bastante largo, las distintas sociedades y culturas, se han referido a las mujeres como seres frágiles, como el “sexo débil”, como perpetuas menores de edad, siempre necesitadas de un tutor, de “alguien que responda por ellas”, alguien que, generalmente, debe ser un hombre.

El derecho, los medios de comunicación masiva, los sistemas de salud, las instituciones educativas, las doctrinas religiosas, la literatura, el cine, el mercado, la moda, etc., todos nos transmiten ideas e imágenes de las mujeres como seres absolutamente indefensos y vulnerables, necesitados de cuidado y protección masculina para sobrevivir en un mundo tan inseguro y peligroso, particularmente para las mujeres.

Sin embargo, las mujeres no somos vulnerables por naturaleza, esa no es parte de nuestras características esenciales, sino que es una construcción social. En otras palabras, al construir una imagen de las mujeres como vulnerables, lo único que se ha conseguido, es vulnerabilizarnos socialmente.

¿Quién decidió que todas las mujeres queremos ser princesas? ¿Quién dijo que todas las mujeres debemos tener las medidas de la Barbie? ¿Quién decretó que la única vía para que las mujeres nos podamos sentir realizadas es siendo esposas y madres? ¿Quién dice que a todas las mujeres nos encanta el color rosa, los tacones y las uñas acrílicas? ¿Quién estableció que las mujeres nacimos para ser mantenidas por un hombre que al principio es nuestro padre y después nuestro marido? ¿Por qué las mujeres cuando se casan deben adoptar el apellido de su marido? ¿Por qué en las películas de Walt Disney las mujeres siempre son representadas como seres débiles y pasivos que dependen –por ejemplo- de que un príncipe las bese para despertar, o de la suerte de que les quede bien una zapatilla de cristal para que el príncipe las elija como esposa?
¿Alguna vez se hizo usted estas preguntas?

Y todavía más importante: ¿A quién benefician y a quién perjudican estas imágenes que se han construido sobre las mujeres? La respuesta a esta pregunta ha sido parcialmente respondida en cientos de libros que se han escrito en el mundo en los últimos tres siglos, y todavía no ha sido totalmente respondida. Así que yo no voy a intentar responderla ahora. Pero sí me interesa señalar que las mujeres hemos sido seriamente perjudicadas por esas imágenes que nos muestran como seres débiles y vulnerables, porque a partir de esas imágenes, se nos ha hecho creer que nuestra seguridad económica, emocional y afectiva, siempre depende de un hombre y, por lo mismo, nuestra realización o fracaso como mujeres, nuestra felicidad personal, depende siempre de un hombre y nuestro estado de ánimo siempre estará determinado por ese hombre. ¿Hay algo más esclavizante y violento que privar a la mitad de habitantes del mundo de su autonomía, de su libertad y de su derecho a la autodeterminación?

Varios años de estudio sobre el problema de la violencia contra las mujeres, me han ayudado a entender que el origen de este problema es precisamente el hecho de que a las mujeres nos hayan “pintado” como seres débiles, indefensos y dependientes. ¿Y para qué? Pues para justificar y perpetuar la dominación, el control y el ejercicio de la violencia de los hombres sobre las mujeres.

Pero la clave más importante de todo esto, no es que los hombres se lo hayan creído y hayan actuado en consecuencia. Yo creo que lo que hizo exitoso ese pensamiento es que nosotras nos lo hayamos creído, que hayamos caído en la trampa, viviendo como si fuéramos seres frágiles, siempre vigiladas y controladas por otros y lo que es peor, aceptando la violencia como condición natural de nuestras vidas como mujeres.

Es momento de despertar de esa pesadilla en la que nos han metido a las mujeres. Es momento de detener la violencia contra nosotras, es momento de dejar de sentirnos víctimas, y de educar a las nuevas generaciones como seres libres de violencia y discriminación, para que la sociedad no nos vulnerabilice más y entienda que las mujeres somos seres esencialmente libres, autónomos, completos y con toda la capacidad de realizarnos y ser felices, sin tener que asumir el papel de princesas y esclavas domésticas que el sistema patriarcal nos ha asignado.

Guatemala, 17 de noviembre del 2015.

Fuente: Avancso Columna de Opinión escrita por Lily Muñoz, investigadora asociada. La columna fue el Editorial del Noticiero Maya K’at de la Federación Guatemalteca de Educación Radiofónica FGER el 17 de noviembre del 2015.